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Agendas repletas de planes y compromisos, poco tiempo libre, necesidad de llegar a todo y de llegar a tiempo… Todo esto supone que sean muchas las personas que optan por sacrificar horas de sueño con el objetivo de ganar horas y así, hacer los días “más largos”.

Este hábito presenta innegables consecuencias que van más allá de tomarse una buena taza de café al día siguiente y atrasar la somnolencia, algo que, como ya hemos comentado en otras ocasiones es, citando al sabio refranero español: “pan para hoy y hambre para mañana”.

Y es que, la falta de sueño se ha convertido en una epidemia silenciosa que mina el rendimiento humano en todos los ámbitos de la vida.

La privación del sueño no solo afecta el estado de ánimo y a la energía con la que nos enfrentamos al día a día, sino que también tiene un impacto significativo en el rendimiento cognitivo y físico: está demostrado que la falta de sueño reduce la capacidad de concentración, la memoria, la toma de decisiones y la resolución de problemas.

Asimismo, la falta de sueño debilita el sistema inmunológico, aumentando el riesgo de sufrir enfermedades y trastornos crónicos. De este modo, el déficit crónico de sueño se relaciona con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad y trastornos mentales como la depresión y la ansiedad.

Estos riesgos son especialmente preocupantes dado el aumento de casos de trastornos del sueño en la sociedad moderna.

 

 

¿Sabías que la Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que más de 12 millones de personas en España no descansan de forma adecuada? Además, según los datos de esta misma sociedad científica, 4 millones de personas padecen algún tipo de trastorno del sueño crónico y grave.

Siguiendo estas líneas, es alarmante que casi la mitad (el 48%) de la población adulta española y el 25% de la población infantil afirma no tener un sueño de calidad. Pero, ¿cómo podemos determinar que el sueño haya sido de calidad?

Hay tres puntos básicos que considerar:

  • La duración: si el tiempo de sueño ha sido suficiente para sentirnos descansados al día siguiente.
  • La continuidad: la capacidad de dormir sin interrupciones.
  • La profundidad: si ha sido lo suficientemente profundo para considerarlo restaurador.

 

La doctora Nuria Roure, experta en insomnio, sueño y descanso cuenta que, «si las emociones fuesen los pedales de un coche, un buen descanso permitiría un correcto equilibrio entre el uso del acelerador y del freno. La falta de sueño, sin embargo, sería el equivalente a conducir sin frenos.» Esto explicaría que, cuando no dormimos correctamente seamos más irracionales e impulsivos, pues nos dejamos llevar por nuestros instintos más primitivos: tendemos a comer comida “basura”, a perder los nervios más rápidamente o estar más ansiosos.

 

Hacia una Cultura del Sueño Saludable

Como explica la Dra. Ana Fernández Arcos: «Para tener buenos hábitos de sueño es fundamental no solo intentar dormir las horas suficientes acordes con nuestra edad, sino tener un horario de sueño regular. […] Por otra parte, el entorno donde dormimos desempeña un papel fundamental para conseguir dormir mejor. Factores como permanecer a oscuras y en silencio y tratar de evitar el estrés alejando aquellos elementos que pueden sobreexcitarnos antes de ir dormir, como puede ser el uso de móviles u ordenadores, también son medidas a tener en cuenta.»

 

La falta de sueño afecta nuestras emociones y, a largo plazo, puede tener un impacto devastador en nuestra salud mental. Por lo tanto, es crucial promover una cultura del sueño saludable que reconozca la importancia del descanso adecuado para una vida plena y saludable. Para revertir esta epidemia silenciosa se requiere de un cambio cultural fundamental en la forma en que valoramos el sueño. Este enfoque no solo implica la necesidad de concienciar sobre la importancia del descanso, sino también fomentar prácticas y políticas que lo promuevan activamente: desde la implementación de horarios laborales más flexibles que permitan a las personas gestionar mejor su tiempo de descanso, hasta la creación de entornos más propicios para dormir, con acciones como la reducción del ruido y la luz artificial en las ciudades.

 

En definitiva, valorar el descanso y hacer que este sea de calidad, es de vital importancia para nuestra salud y física y mental. Con ello, no solo estaremos creando una sociedad más productiva, también una sociedad más feliz.

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